Mi anterior vecino, que era traductor, tenía un gato negro. Una
noche, al volver a casa vi que se había duplicado. Me recriminé a mi misma
haber bebido tanto en la cena y, en consecuencia, haber conducido en estado de
embriaguez, pero no, había dos gatos. El
traductor ya tenía bastante con uno, así que lo echó, jarra de agua mediante, y
el angelito vino a refugiarse a mi casa. Lo acogí y cubrí sus necesidades
básicas: vivienda, alimentación, mimitos y veterinaria, hasta que vinieron a
ocupar la casa de al lado unas nuevas vecinas, amantes de los gatos, y pasó a
un régimen de custodia compartida. Siempre fue un gato discreto, nada
pendenciero, mimoso y buenín, probablemente, el gato más bueno que ha pasado
por estos lares. Tuvo una buena vida, mejor que la de muchas, muchísimas
personas que también buscan refugio. Ayer se fue para siempre con una dignidad
a la que tampoco pueden acceder todos los seres humanos. Es lo que me repito,
como consuelo siempre que pierdo a uno de esos pequeños compañer@s de vida. Adiós
Nerito, gatito pacifista y maricón, protagonista de este celebrado monólogo por
el que siempre será recordado.
La frase del día: Usemos la lengua para todo menos para herir
Gloria Fuertes
2 comentarios:
Animo Isabel, como dices, ha tenido una vida digna.
Ojala todxs fuesen Neri!
Ánimo Isabel, es una alegría que haya tenido una vida digna.
Ojalá todxs fuesen Neri.
Un besazo y gracias por acogerle!!
Publicar un comentario